En marzo de 1977 frente a Miguel Angel Castellini

 

Así se coronó Gazo

 

 

EDGARD TIJERINO M.

 

Cuando “El Curro” Dossman me dijo días antes del 5 de marzo de 1977: “¡Eddie Gazo puede sorprender, vencer a Castellini y coronarse!”, lo sentí como diría el poeta, la líbelula vaga de una vaga ilusión. Otro nica Campeón del Mundo. ¿Se imaginan eso?. Previamente sólo Alexis Arguello había logrado elevarse hasta esos niveles.

 

Y ocurrió lo insperado. Gazo lo logró y sonaron los balazos en el Estadio Nacional con muchos militares jubilosos en las primeras filas, asustándonos a todos. Naturalmente fue un triunfo laborioso, con Dossman manejando los hilos de la esquina hábilmente, buscando como sacarle el máximo provecho al boxeo rudimentario del nicaragüense. El argentino Miguel Angel Castellini, que nos había impresionado por su musculatura y poder de golpeo, se desarticuló por completo hasta transformarse en un postre de gelatina.

 

PELEADOR SIN CORAZON

 

“No se puede defender un título sin corazón”, me dijo el colega argentino Cherquis Bialo horas después, mientras cenábamos en el Hotel Intercontinental, cuartel general del periodismo argentino. Ciertamente, Castellini no fue un peleador, mucho menos un Campeón de cierta envergadura en esa noche de su primera defensa, por una bolsa próxima a los 60 mil dólares. Parecía que le habían amputado las agallas.

 

Gazo no tenía un estilo definido y no era Dossman un mago para transformarlo contra reloj. Había en él, en su personalidad boxística, en su forma de plantarse, algo extrraño, amorfo. Siempre dió la impresión que sus piernas le entorpecían y que difícilmente podría fabricar situaciones favorables dentro de la mecánica del combate.

 

Avanzaba extrañamente con el torso hacia atrás, y pese a sus desventajas en estatura y alcance, lograba conectar aprovechando la forma abierta en que se le venían encima. Frente a tipos medrosos como Castellini o escasos de habilidad como Wajima, la forma de pelear de Gazo, provocaba desajustes.

 

LA TELARAÑA DE GAZO

 

Toda la potencia de Castellini, su boxeo supuestamente más flexible y la confianza en la victoria, resultaron un fraude a la hora de rifarse. Gazo lo envolvió en la telaraña de su intrincado estilo y lo desbordó por completo, obligándolo a rendir su rey después de disputados quince asaltos. Lo mejor de Gazo –además de su terca agresividad impulsada por un corazón hinchado- fue su velocidad de puños cuando atacó entre la confusion. Eso le permitió forzar cambios de golpes cuando Castellini arremetía. Al finalizar el combate, el rostro del argentino estaba lastimado con un largo corte por encima de la ceja izquierda, inflamado su pómulo derecho y bastante abollado el izquierdo.

 

En un fuerte contraste con la actitud de Gazo, Castellini buscó a toda costa el nocaut lanzando impactos violentos, pero la mayoría fuera de distancia. Y cuando acertó, Gazo no solamente asimilaba con firmeza, respondía con prontitud. Confundido mentalmente, Castellini hasta perdió la manera de caminar sobre la tarima en los últimos asaltos. Parecía un principiante el ex- campeón al no poder resolver el planteo enmarañado de Gazo.

 

Desde los primeros asaltos, Castellini mostró su mediocridad al no poder orientarse, establecer distancia y aprovechar sus ventajas.Gazo, avanzando agazapado, como escondiéndose entre matorrales, salía de pronto con disparos que siempre tomaron a Castellini por sorpresa pese a lo repetido del accionar. Gazo ganó de esa forma los dos primeros asaltos, pero se perdió un poco en la maleza durante el tercer asalto permitiendo una recuperación del argentino. En esta vuelta, la izquierda del ex–campeón trabajó en buena forma, y todo hacia indicar que  Castellini iba a tratar de imponer el peso de  su contundencia.

 

ATACANDO SIN PAUSAS

 

En el cuarto asalto, Gazo le conectó fuerte derechazo al  pómulo izquierdo, y le ablandó la piel preparando el terreno para centralizar sus descargas. Inepto el argentino, siempre entró con la izquierda muy abajo, y los golpes que ensayó Gazo por la línea externa comenzaron a provocar daño, hasta abrirle una cortadura encima de la ceja izquierda en el quinto asalto.

 

Espoleado por la necesidad de hacerse sentir, Castellini fue a fondo conectando un par de buenas combinaciones, pero Gazo siguió cumpliendo a hierro y fuego el plan de Dossman, entrando rápido y saliéndose a tiempo del terreno peligroso, esquivando así los fogonazos del campeón. El nicaragüense insistió en atacar la zona lastimada, y Castellini sufrió y sangró mucho ante la desesperación del  doctor Paladino y el manifiesto disgusto de Lectoure por su incompetencia.

 

El noveno asaltó fue el mejor de Castellini. Por un instante, puso en peligro la estabilidad de Gazo sacudiéndose con tres impactos que sonaron fuerte a todo el estadio, pero el nica nunca retrocedió, mucho menos se intimidó, y siempre se atrevió a ripostar aunque débilmente. Sobre el final de la vuelta, Castellini logró tirarlo hacia atrás, pero ya no tenía resto para insistir en su ofensiva y le otorgó a Gazo un respiro valioso. En el décimo round Gazo volvió a lo suyo, y después de  descansar un poco en los asaltos 11 y 12 aprovechando el desgaste del gaucho, afianzó la victoria con su comportamiento en la recta final, sin temor a tomar riesgos.

 

Cuando sonó la campana decretando el final de la reyerta, nadie tenía duda sobre el resultado, pero no se podía evitar un temor interior esperando la sentencia oficial. Fue decisión unánime: Jay Edson 149-145; Ricardo Rizo 148-144 y Varde 148-145, favoreciendo al nicaragüense. Contra pronóstico, todo estaba consumado. Ocurrió hace 40 años.

 

Gazo defendió tres veces ese cinturón ante Koichi Wajima, Kenji Shibata y Lin Jae Keum, perdiéndolo con Masashi Kudo en agosto de 1978.