Con permiso por favor…Abran paso al asombro que los relámpagos de la pista vienen desplazándose como el Concorde buscando como elevarse. No amigos, no hay tiempo para abrocharse los cinturones, así que todos estamos a riesgo de ser escalofriados por el vértigo. El operativo no necesita màs de 10 segundos

Desde chavalo, siempre tuve una idea fija alrededor de los 100 metros: no existe un evento deportivo más electrizante y envuelto en un suspenso tan gigantesco, que la lucha entre los super-sprinters.

En esa corta distancia, nadie puede parpadear. Todos: público, protagonistas, jurados y periodistas, nos sentimos a bordo de un tren bala, atrapados por una agitación imposible de controlar.

Ese ruido de tambores de guerra -¿Lo han escuchado alguna vez?-, es producto de los latidos de nuestros corazones.

HIJOS DEL VIENTO

Maurice Green, el flamante vencedor en Sydney, intentarà repetir en Atenas frente a una temible tropa de enemigos encabezada por Asafa Powell y Shawn Crawford.

En 1996, en el Estadio Olímpico de Atlanta, igual que en Los Angeles 84,  Barcelona 92 y mas adelante en Sydney 2000, ahí estaba yo, entre 80 mil testigos, disfrutando de ese gran momento, viendo al favorito Frankie Fredericks -reciente vencedor de Michael Johnson en los 200 en Suecia- por el carril 5, con el deslumbrante Ato Boldon en la pista número 3 y Donovan Bailey, ansioso de proyectar todo su ímpetu por la carretera 4 reservada al màs veloz en la fase de clasificaciòn…Y estaban tambien, Lindford Christie, y Mike Marsh, màs los explosivos Denis Michell, Davison Ezinwa, y Michael Green…Los 8 hombres más rápidos del planeta y sus alrededores.

Para todo sprinter, los minutos, las horas, los años de adiestramiento, se diluyen en 10 segundos, o menos. Todo es demasiado rápido y una falla, por muy pequeña, resulta mortal…Pregunténselo a Silvio Leonard, quién permitió que le sacaran la medalla de oro del bolsillo en los Juegos de Moscú hace  24 años. El cubano se atrevió imprudentemente a lanzar un vistazo sobre sus rivales, y el inglès Allan Wells se le metió por la puerta de la cocina en 1980.

BAILEY, UN PROYECTIL

Cuando hace ocho años en Atlanta, el sonido del balazo llegó hasta nosotros, las imágenes de los ocho competidores se habían convertido en algo borroso…Ví a Frederick, hombro a hombro con Mitchell mientras Bolton se adelantaba, pero el flash fue Bailey, quien pareció no tocar nunca la pista con la suela de sus pinchos…Mas que volar, daba la impresión de estar desplazándose descalzo sobre carbones encendidos sin quemarse los pies…En todo instante, fue un fogonazo cegador, y haciendo saltar los cronómetros con un tiempo de 9.84 segundos, estableció la nueva marca mundial.

Luego,  regresamos a tierra y pensé una vez más: ¿Cuál será el límite de la capacidad humana?.

En 1988, durante los Juegos de Seul, Ben Johnson estremeció al mundo corriendo el hectómetro en 9.79 segundos…Aquello fue insólito por 24 horas…Al día siguiente se descubrió que Johnson, fue empujado por ese anabolizante llamado estanozolol, para lograr la increíble marca.

Lo descalificaron, y en el aire quedó flotando una interrogante: ¿Quién podrá llegar a devorar la pista en ese tiempo algún día?

En 1999, el ganador de Copa del Mundo del 97 y futuro Campeòn Olìmpico, Maurice Green, convertido ahora en un estable y casi invencible sprinter, logrò ese registro de 9.79 segundos, limpiamente, con el viento paralizado, y sin necesidad de ningún estimulante ilegal.

¿Un tiempo de 9.79 segundos?…Por Dios, ¿Cómo fue posible?

No, no era el lìmite. Tim Montgomery lo demostrò el 14 de septiembre del 2002 en Paris devorando la distancia en 9.78 segundos, nueva marca mundial. El reiterò con esa actuación hasta cierto punto sorprendente, que siempre habrà tiempo y espacio para alguièn màs ràpido

Por una serie de complicaciones y bajòn de rendimiento, Montgomery serà el gran ausente en Atenas. 

DE OWENS A BAILEY

En 1936, frente a Hitler, el inmortal Jesse Owens ganó el oro olímpico despuès de haber registrado en las pruebas de clasificaciòn, un tiempo entonces fantasioso de 10.2 segundos.

Consideren esto: fue necesario esperar 24 años para ovacionar a un corredor de 10 segundos flat, el impresionante alemán Armin Hary durante una de las carreras eliminatorias en los Olímpicos de Roma, 1960. 

En 1964, Bob Hayes con el viento superando la velocidad de 2 metros por segundo, corrió 9.9 en una de las etapas clasificatorias, y la marca no fue reconocida…Sin embargo, en junio de 1968, en Modesto, California, nos llegó un aviso en forma de trueno: Jim Hines, Ray Smith y Charlie Greene, corrieron los 100 debajo de los 10 segundos en la pruebas de clasificación del equipo de USA, con el viento favorable…Ya en la final de los Juegos Olímpicos en México, Hines se convirtió en el primer mortal en registrar oficialmente menos de 10 en los 100 metros, y con una marca de 9.95, volvió a dejar abierta la interrogante: ¿Cuál es el límite?.

Calvin Smith, Carl Lewis y Leroy Burrell estuvieron moviendo el récord del mundo hasta 9.85 segundos, antes de la arremetida espectacular de Bailey en Atlanta, fijándolo en 9.84.

Mas adelante, Bailey derrotó a Michael Johnson a lo largo de 150 metros en el más lucrativo y promocionsdo duelo de velocistas en la historia del Atletismo, y se instaló en la cima.

GREENE EN PANTALLA

En 1997, un corredor de dos años de trabajo, Maurice Greene, saltó al escenario con sólidas pretensiones…El compañero de campamento de Ato Boldon, mostró rápidamente la dentadura y comenzó a crecer…En Atenas, durante el Mundial, atrapó el oro provocando un gran impacto…En apenas seis meses, se había transformado en una estrella de la pista.

Greene es la fuerza pura, la musculatura construida con flexibles fibras de acero, la ambición, la velocidad, el espectáculo. Era el favorito para imponerse en Sydney, y no fallò.

El gran rival de Greene en esa final, era su compañero de equipo Ato Boldon, sobreviviente de los meteoros que vimos en Atlanta, buscando otra medalla, quizás de oro. Lamentablemente, Donovan Bailey había quedado eliminado, pero el británico Dwain Chambers, se había adueñado del siempre iluminado carril 4 registrando el mejor tiempo, en tanto el norteamericano Jonathan Drummond y Obadele de Thompson de Barbados, representaban otras grandes amenazas.

LA GRAN PROYECCION

Salieron, con Green aparentemente sin prisas, sòlo para proyectarse bruscamente como saliendo de una computadora, pasando al frente con autoridad mientras levantaba la cabeza y se deleitaba con el rugido.

Su tiempo de 9.87 no le permitió borrar los 9.84 de Bailey en Atlanta, pero quedó la impresión que todo lo hizo con suavidad, mostrándonos que era el dueño de la prueba desde muy temprano, y el cierre impetuoso de Ato Boldon para 9.99, no lo incomodó en lo mínimo…La misión estaba cumplida.

Los 100 metros es lo máximo de los Juegos Olímpicos. Es, como si por casi diez segundos, el mundo quedara reducido a ese minúsculo escenario, la gravedad dejara de funcionar, y el viento hiciera una parada obligatoria para no perderse detalle.

Uno se pregunta: ¿Cuál será el límite de la capacidad humana?…¿Por cuánto tiempo sobrevivirá la marca de Montgomery?…¿Qué es lo que estará escrito en las estrellas que iluminan las pistas?.

Estas intrigas, permanecen siempre abiertas.