¿Cuánto tiempo podrá durarnos Usain Bolt? ¿Será posible verlo en acción proyectándose espectacularmente, zumbando como un misil, y destrozando los cronómetros durante los próximos cuatro años? Nunca en la historia, un sprinter ha sido dominante tanto tiempo. 

En la época moderna, antes de esta nueva explosión de Bolt, convertido en soplo de huracán con ese tiempo de 9.63 segundos, después de una salida ligeramente retardada, sólo Carl Lewis había repetido como ganador de los cien bala en Juegos Olímpicos, y eso, porque el ganador en Seúl con un insólito 9.79 en aquel 1988, Ben Johnson, fue descartado por usar estanozolol. Cierto, el estadounidense Charles “Archie” Hahn, conocido como el meteoro de Milwaukee, lo logró en 1904 y 1906, en San Luis y en Atenas, pero en ese tiempo, se corría a la brava, casi empijamados, sin los zapatos de hoy, sin blocks de salida. Imaginen, hace más de un siglo. 

¡Qué carrera la del bólido jamaiquino! Pensé y lo escribí, que no sería capaz de tumbar su marca mundial de 9.58 segundos establecida en Berlín, pero después de verlo ayer superar una salida cautelosa, creo que en cualquier momento puede hacerlo. Mover la marca olímpica de 9.69 a 9.63 pese a ese inconveniente, es asombroso.¡Qué inutilizados se vieron sus perseguidores Yohan Blake (9.75) y Justin Gatlin (9.79), y el resto de la pandilla que parecía estar huyendo del viento!.

Dos lamentos: la salida de Bolt que le impidió ir encima de su marca mundial de 9.58 segundos; y la lesión de Asafa Powell, que hizo desvanecerse la posibilidad de ver a los ocho finalistas, devorar la distancia en menos de 10 segundos. Powell, normalmente en capacidad de pelear medallas, llegó cojeando.

Sin embargo, ver a nueve hombres en el mismo pelotón debajo de los 10 segundos, fue sencillamente fantasioso. Ese registro pareció ser el límite de la capacidad humana cuando el alemán Amin Hary lo consiguió en una de las eliminatorias durante los Olímpicos de Roma en 1960 con el viento a su favor, y luego el estadounidense Bob Hayes, oficialmente en la final de 1964 en Tokio.

Ahí estaba Bolt en el carril 7, a la orilla de Gatlin que corrió en el 6, y un poco distante, pero al alcance de miradas de reojo, Blake y Gay, con los mejores tiempos de clasificación, ubicados en las pistas centrales, la 5 y la 4. 

Se escuchó el disparo, se produjo el trueno, un huracán sacudió el Estadio Olímpico, y los relámpagos iluminaron el planeta. Bolt, desde atrás, arrasó con todo, y con todos. Blake y Gatlin con sus mejores tiempos (9.75 y 9.79) lo vieron pasar zumbado, perforando el viento, atravesando el tiempo, hasta fijar el 9.63, segunda marca de todas las épocas y nuevo récord olímpico.

Si ustedes no lo vieron pese a tener sus ojos bien abiertos frente al televisor, no se preocupen, yo tampoco. Así que, utilicemos la repetición para poder creerlo.