Desde Johannesburgo.

Esta Copa del Mundo arrancó con un gran impacto, el gol del sudafricano Siphiwe Tshabalala contra México, un taponazo de zurda sobre la carrera, desde afuera del area, que desarmó al Conejo Pérez. ¡Diablos!, cómo sonaron 85 mil vuvuzelas en el Soccer City.

No es fácil fijar el mejor gol en una Copa, a menos que sea como el Maradona contra Inglaterra en 1986, el de Pelé en la final contra Suecia en 1958, o el de Maxi Rodríguez hace cuatro años sepultando a México. 

El impresionante cañonazo de zurda disparado por Giovanni Van Brnockhorst ayer frente a Uruguay, haciendo zumbar la pelota más de 30 metros para incrustarla debajo de la escuadra superior derecha del marco uruguayo, inutilizando el vuelo espectacular de Muslera, ha pasado al frente en las consideraciones, desplazando al gol de Carlos Tevez contra México, un rayo laser capaz de atravesar tempestades en el minuto 52, que provocó un aullido que todavía no termina de disiparse.

David Villa tiene dos goles en la discusión, uno frente a Chile, cuando el arquero Bravo salió a barrerse lejos de su portón, y Villa, con sutileza, dibujó una parábola y la pelota entró al brinco; y el otro, apuñalando a Paraguay, tomando el rebote de un tiro de Pedro contra el poste izquierdo, y rematando contra el otro poste haciendo entrar el balón en diagonal.

Y que decir del gol de Maicón, sin ángulo, entrando vertiginosamente por la derecha, contra Corea del Norte, y otro parecido, ejecutado por Landon Donovan de Estados Unidos frente a Slovenia, en un formidable resurgimiento.

Prevalecen los taponazos, como el de Diego Forlan en el juego con Sudáfrica, desde muy lejos, con una puntería asombrosa; el de 25 metros trazado por Walter Birsa de Eslovenia frente a Estados Unidos en el Ellis Park; el cohete de Asamoah Gayan de Ghana, en la batalla con los norteamericanos; el del formidable Mesut Oezil de Alemania, con su escopeta zurda, perforando a Kingson de Ghana en el Soccer City; y el logrado por el italiano Fabio Quagliarella, a última hora, el día de la eliminación ante Eslovaquia.

Agreguen el tiro libre del japonés Keisuke Honda contra Dinamarca, escalofriante ejecución desde 35 metros, y otro de Yasuhito Endo en el mismo juego, pero desde 25 metros, con una violencia llamativa. La multitud se agachó en los dos casos.

Entre los goles de Brasil, el más electrizante, pese a ser logrado con la ayuda de hombro y brazo, es el de Luis Fabiano contra Chile, en la mejor demostración que ofreció la tropa de Dunga en ésta Copa.