La llamada “familia olímpica”, es la que más se aprovecha del deporte para garantizar una vida aburguesada, rodeada de lujos, como lo son viajes, viáticos, suites y tantos privilegios más. Esta familia, supuestamente “velando” por la pureza del deporte, podría aplicarle a ese inmenso atleta que es el nadador estadounidense Michael Phelps, una sanción, que al aplicarse, lo despojaría de las seis medallas ganadas en Londres, cuatro de ellas doradas.

Se acusa a Phelps, de violar la Regla 40, que prohíbe a los atletas hacer publicidad a marcas que no estén patrocinando los Juegos, entre el 18 de julio y el 15 de agosto. Resulta que el 8 de agosto, apareció una imagen de Phelps metido en una bañera, publicitando productos Louis Vuitton en dos periódicos, sin conocimiento del atleta. ¡Ah, eso es pecado para los apóstoles de la familia olímpica, que me demandaron inútilmente hace unos 14 años, por un artículo que titulé “Mafia Olímpica, ratifica jefe”.

No creo que se atrevan a realizar ese “asalto” a Phelps que alteraría los registros borrando la más impactante proeza de todos los tiempos, como lo es ganar 22 medallas, 18 de oro, en tres ediciones. Si en el esfuerzo de cada brazada de Phelps se comprobara la incidencia de Louis Vitton, se encontrararía la justificación, de quienes precisamente, mostrando en relieve su voracidad, abrieron las puertas a los profesionales en el concierto de estos juegos que producen ganancias fuera de órbita.

¿Se imaginan el escándolo que eso provocaría? Afectar a un atleta para proteger los intereses comerciales de la  bendita “familia olímpica”, tan bien graficados en libro “Los señores de los anillos” escrito por los británicos Vyv Simson y Andrew Jennings, en circulación desde 1992, y que me ha servido como material de consulta constantemente.

Por ahora, desde la butacas de la ancha comodidad de la familia olímpica, hay una amenaza revoloteando sobre la cabeza de Michael Phelps con el mundo pendiente. No es fácil, aún para estos prójimos, quitar medallas ganadas a pulso.