Gol de Messi y se encienden las luces, suenan las trompetas, el planeta futbol se pone de pie. Hay que celebrar por supuesto, porque rompe un martirizante 0-0 con México y coloca a Argentina en ruta hacia la victoria. Sin embargo, como olvidar su desaparecimiento por más de 60 minutos. Antes del gol, estuve viendo esforzarse sin brillo a “Otro Messi”. Obvio, el paso del tiempo no perdona, ni a Bolívar, como lo grafica García Márquez en El General en el laberinto. Imposible volver a ver a aquel Messi de realismo mágico, hoy sujeto a muchas limitaciones, fácilmente perceptibles. Demostró que aún así, sigue siendo útil. Es decir, tenemos que acostumbrarnos a este nuevo Messi, terrenal, recordando a aquel, astral…El equipo argentino de los primeros 45 minutos, fue decepcionante en sus diferentes sectores y en todas sus gestiones. Messi, Lautaro, DiMaría, DePaul, daban la impresión de estar moviéndose en el vacío, hacia ninguna parte, mientras el tiempo avanzaba. Y me preguntaba ¿qué se hizo el equipo de las eliminatorias suramericanas con racha de 36 juegos invicto?, calificado como uno de los favoritos. 

Yo vi la goleada de 4 por 0 que le asestó Alemania en los cuartos de final en Suráfrica, con Messi adentro. Esa Argentina no se vio tan trabada, batallando bravamente el primer tiempo, perdido 0-1 y tratando de reaccionar entre las desgracias de la segunda parte. Ayer, los primeros 60 minutos 0-0, decían más de México con su bloqueo, a cambio de no tener iniciativa, que de Argentina intentando filtrarse por los costados o por el centro, rebotando siempre con un vuelta atrás. DiMaría, veterano como Messi, no podía lidiar con los jóvenes leones. De perseguido pasaba a perseguidor. De Paul parecía buscar una brújula, Lautaro trataba de gritar ¡Aquí estoy!, y cuando llegaba una pelota, la perdía, y Messi, deambulando, frenado en sus avances, sin control en las entregas, sin aquella visión periférica y con la puntería resfriada. Aquel dribbling y pique, tirando sobre la marcha. Se acabó, no más.

Pero tiene utilidad. No pierde la destreza para meter pelotas entre líneas, aunque su falta de aquella rapidez, le impide ser tan efectivo, y él lo sabe porque lo siente. Su facilidad de penetración es ahora ocasional y tiene que cañonear desde afuera. Su disparo rasante hasta la red,  pudo ser arañado y quizás desviado, por un Ochoa más ágil y reaccionando a tiempo. Ese gol no lo galvanizó, pero lo estimuló, y al estar él más en movimiento, se movieron los otros. En la última media hora, Argentina fue otra, aplicando más presión, siendo más decidida, con mayor seguridad. Lo que ofreció Messi no era extraordinario, pero su incidencia se hizo sentir. Es admirable que se empeñe en estar todo el tiempo obligado a dosificarse confiando en que hará algo. Lo mueve esa combinación de terquedad y orgullo. Ahora no se le ve mucho en el área, la cabaña le queda lejos, y sus músculos están más pesados. Pero lo que queda de Messi, aún es útil, y lo agradecemos.