En un partido de arrogante intrepidez, inagotable intensidad, voracidad sostenida y un cierre enloquecedor, Italia desvaneció las esperanzas de Alemania imponiéndose 2-0 espectacularmente. 

Las estocadas de Fabio Grosso y Alessandro Del Piero en menos de tres minutos,  consecuencia de veloces y bien elaboradas maniobras, evitaron otro desenlace con tiros de penal, y establecieron justicia. 

Objetivamente, Italia merecía la victoria. Hizo más y siempre estuvo más cerca, como cuando Gilardino en brillante movimiento desequilibrante, se quitó a Ballack, sacó de foco a Lehman, y colocó una pelota que devolvió el poste izquierdo, apenas iniciándose el tiempo extra, en el minuto 91; o cuando Zambrotta, entrando impetuosamente un minuto mas tarde, con un poderoso remate de derecha, sacó astillas del travesaño.

Mientras avanzaba el partido con un ritmo impresionante y una belleza que no requería de maquillaje, tuve la impresión que no importaba la multiplicación de esfuerzos de los dos equipos, porque no sería suficiente.

Tuvo si, un final perfecto culminando una infartante cabalgata de emociones. ¿Quién no terminó con los huesos sudados?.

El balazo de Francesco Totti a los 4 minutos que atrapa Lehman en gran lance, fue un indicio de lo que sería el partido en vibración, fuerza y profundidad ofensiva. Italia, mostrando esa habilidad y firmeza para apretar tuercas que ha caracterizado a su invulnerable defensa, nos hizo saber que propondría un futbol abierto, porque disponía de los elementos necesarios para responder a la agresividad de los germanos, y sobre todo, de un estupendo fondo físico.

Claro,tenían que evitar que el partido se extendiera hasta llegar a la definición desde los doce pasos, y contra reloj, se encendieron, sincronizaron y acertaron, justo cuando se jugaba el minuto 119, quedando dos pendientes por el alargue.

Andrea Pirlo, insistente y efectivo, entra al aréa zigzagueando y buscando posiciòn de tiro pero ve cerrarse los espacios. Logra enviar el pase atrás a Grosso, quien resuelve de inmediato con un disparo de trazado curvo, que se mete rascando el poste derecho de Lehman, inutilizando el vuelo del arquero.

El aliento de todo Alemania, fue “congelado” y el frío de la eliminación recorrió las columnas vertebrales.

El ataque germano, trató de ir a fondo con las pocas reservas de energía que quedaban en piernas y pulmones, y en ese intento, los tomó el fulminante contragolpe italiano con Cannavaro saliendo, entregando a Pirlo, quien cedió a Gilardino, éste desajustó a Metzelder y le hizo el pase a Del Piero, para el “tiro de gracia”.

No lo podíamos creer. En un abrir y cerrar de ojos, se produjeron dos goles, después de 118 minutos sin mover la pizarra.

Alemania fue un rival dificil en todo instante. Varias veces estuvo a punto de concretar, y su mayor aproximación fue en el minuto 110, cuando Buffon en un alarde de reflejos, sacó un zurdazo aparentemente letal de Lukas Podolski.

Se agotó Klose, no pudo Ballack  seguir imponiendo su presencia y facilidad de entrega en el medio, Podolski dejo de aparecer tan constantemente, y Neuville, ingresado para dinamizar, no tuvo la pelota en su poder.

Italia en cambio, mantuvo una presión que fue mas efectiva con el ingreso de Gilardino por Luca Toni y Del Piero en reemplazo de Perrota.

Que final amigos, impactante. Primero la sorpresa, gol de Grosso, y después, el golpe en la nuca, gol de Del Piero. Todo eso en tres minutos enloquecedores.

Para los alemanes, fue una escena de caos absoluto. Para los italianos, la entrada al Paraíso.