BOLT OTRA VEZ

Acelerando en el cierre como acostumbra, Usain Bolt ganó su tercer oro consecutivo en la prueba reina de los Juegos Olímpicos, los 100 metros. Registró el bólido de Jamaica 9.81 segundos para superar al estadounidense Justin Gatlin y al joven canadiense Andre De Grasse, campeón Panamericano. Esos tres relámpagos, iluminaron Río anoche y estremecieron el planeta.

Desde Río de Janeiro.

Lo siento Michael Phelps, el Rey de los Juegos hizo su aparición anoche en la pista 6 del Estadio Olímpico, y pistola en mano, se robó el show, el corazón de la multitud y la admiración del mundo. Por tercera vez, algo nunca visto, sus piernas fueron más rápidas que las de cualquier gacela, ya sean las de Justin Gatlin, nuevamente frustrado, o las de André De Grasse. Deteniendo los cronómetros en 9.81 segundos, Bolt, quien fue difícilmente visto durante su proyección, superó los 9.89 de Gatlin y los 9.91 de De Grasse. Atrás, por un suspiro, Yohan Blake llegó cuarto con 9.93 segundos. Nadie reparó en ellos, todas las miradas eran para Bolt, quién celebraba con una tranquilidad llamativa, como si no se percatara que el mundo estaba pendiente de cada una de sus zancadas, de cada movimiento de sus brazos, de cada latido de su corazón y resoplido de sus pulmones.

UNA CALMA ASOMBROSA

¡Qué difícil fue verlo cerrar! Nuevamente fulminante, Bolt, único sprinter en tomar los 100 metros con calma, comenzó a proyectarse con la confianza sanguinaria de los matadores frente al toro, subestimándolo como amenaza, y sobre los 60 metros, vieja historia, inició su desborde. Gatlin agrandó sus ojos frente a la misión imposible de superar a Bolt, en tanto De Grasse, más concentrado en la presión de Blake, ni miró a Usain. Después de 10.07 segundos y de 9.86 en las pruebas de clasificación, el 9.81 fue suficiente para agigantar más a Bolt como el mejor velocista de todos los tiempos.

¡Cómo fabrica histeria éste Bolt en las tribunas! Su carga eléctrica, se transmite directamente al público, aunque él se observe frío, pensante y con una determinación derriba temores, aplaca nervios. El sprinter que estuvo en duda hace unas semanas, se mostró restaurado, aunque no pudo atacar su marca de 9.58 segundos establecida en el 2009 en el Mundial de Berlín, que suponemos, es el límite de la capacidad humana.

OTRO IMPACTO

En una noche electrizante, el sudafricano Wayde Van Niekerk, fue un proyectil a lo largo del discreto carril 8 en los 400 metros, para borrar las marcas olímpica y mundial en poder de Michael Johnson desde 1996 y 1999. Su fantástico tiempo de 43.03 segundos, destrozó el 43.18 de Johnson, intocable durante 17 años. Esa superioridad de 15 centésimas, una enormidad, inutilizó los excelentes 43.76 segundos de Kirani James de Granada y el 43.85 registrado por el estadounidense Leshawn Merrit. Para lograr la proeza, Niekerk devoró los primeros 100 en 9.98 segundos, los 200 en 19.94, y cerró con tal fortaleza que entró en la soledad de su majestuosidad. Su impacto, pese a ser brutal, fue opacado por el tercer oro olímpico de Bolt en los 100 metros. Sin embargo ya habrá tiempo para analizar la grandiosidad del sudafricano.