El título de esta crónica publicada en el diario La Prensa, cuando Alexis Argüello el 23 de noviembre de 1974, se convirtió en el primer pinolero Campeón Mundial de boxeo, quedó grabado por siempre para los tiempos que vinieron. No fue esa mi intención. 

Como en el corrido mexicano, tanto “El Chilero” Carrillo como el “Cuyo” Hernández se cansaron de rogarle y decirle a Rubén Olivares, en aquel momento cumbre antes del llamado de la campana para el round trece, “No se te ocurra fajarte. Ten presente su poder destructivo y su desesperación por hacer reversible este combate. Trata de manejar la distancia girando, cambiando de perfil. Queda poco Rubén, no te dejes atrapar por el fuego de tu temperamento.” Pero el bravo mexicano, incentivado por su crecimiento, inyectado de atrevimiento, descartó el consejo y se metió en la hoguera a proponer el cambio de golpes. Quería noquear al noqueador y terminó fulminado después de ser derribado dos veces en ese round 13. Pagó caro por su temeridad.

Yo estaba allá en el Forum de Inglewood, catapultado hasta el techo, con mis puños crispados y el corazón latiendo en el filo del agotamiento, pero hubiera preferido estar aquí, en el terruño, estremecido por la emoción incontrolable junto con cuatro millones de esperanzas, que hicieron explosión al mismo tiempo.

Recuerdo que vía telefónica, conectándome con la redacción del periódico, lo primero que pregunté fue: ¿Cómo reaccionaron allá? “Fue algo enloquecedor. El país entero vibraba, gritaba, reía y lloraba,” me respondieron.

Un nica Campeón del Mundo en una pelea complicadísima. Eso le dio más sabor al triunfo. Alexis Argüello salió del callejón de las dificultades en ese round 13, mostrando su brillantez como noqueador, creciendo frente a la presa herida, yendo a fondo sacando de las alforjas todo su poder, liquidando a Olivares en menos de un minuto.

Aquella tarde del 23 de noviembre de 1974, la pelea echaba humo en ese décimo tercer asalto. ¡Qué magistral había estado Olivares ofreciendo momentos de verdadera arquitectura boxística! Esa ofensiva que desplegó Rubén en el décimo, nos obligó a meternos debajo de las butacas y pensar que casi todo estaba escrito. 

En el round trece, todo cambió cuando los puños de Alexis se movieron destructivamente con precisión, impulsados por el ardiente deseo de un pueblo, que frente a la nueva oportunidad, había logrado borrar la frustración sufrida frente a Ernesto Marcel, el 16 de febrero de ese mismo año en Panamá.

La confianza de Olivares era exuberante cuando se inició ese round. El azteca daba la impresión de moverse sobre mágicos patines; se arrimaba como el torero al toro, para acertar sus estocadas; sus ojos bien abiertos tratando de fijar el blanco. De pronto, un descuido, tan sólo un descuido, y Rubén bajó su derecha. ¡Diablos, que olfato el de Argüello!

Su izquierda corta pero con rotunda potencia y exactitud matemática, trazada hacia la barbilla, provocó el derrumbe. El árbitro Dick Young tardó una eternidad en el conteo de 8 segundos. Rubén se incorporó, decidiendo sorprendentemente ir de frente a las bayonetas. Argüello, con la oportunidad que grafica Picasso al alcance de sus puños, funcionó de inmediato y con una derecha, desactivó todo el aparato óseo del mexicano. La caída revestida del más intenso dramatismo fue la definitiva. Ahora sí, todo estaba consumado.

Fue en ese momento que salté bruscamente. El fantasma de Panamá había quedado atrás; la ventaja de Olivares en las tarjetas de Dick Young y Larry Rozadilla, no en la de George Latka, fue evaporada; finalmente, el “toro” atrapó a Manolete.

En la Sala de Prensa, antes de sentarme frente a la máquina de escribir, descubrí que había perdido mi reloj Citizen y necesitaba chequear la hora para el envío del material por fax. El Dr. Eduardo Román, en medio del alboroto, me obsequió su Bulova.

Decidí comenzar con algo mexicano. Que mejor título que “Los mariachis callaron,” y que mejor comienzo que el del corrido “Que digan que estoy dormido, y que me traigan aquí, México lindo y querido, si muero lejos de ti.”

¡Cuánto tiempo ha pasado y me parece que fue ayer! Con el Forum de Inglewood convertido en una olla de presión; el público en pie, rugiendo enloquecedoramente mientras Alexis Argüello y Rubén Olivares parecían danzar sobre carbones encendidos; los mariachis callaron bruscamente. Y es que de pronto, en ese infernal round trece, aquella izquierda de Alexis, envió un mensaje macabro.

¡Cómo olvidar ese swing fulgurante y preciso, tan enigmático como la sonrisa de la Gioconda que ilumina el Museo de Louvre, mortífero como un arponazo! Ante casi 15 mil asombros, Olivares se derrumbó dramáticamente, como el cíclope frente a Ulises. 

Escuchen esto: nunca se dejen arrastrar por el calor de la sangre. El machismo puede traicionarte y empujarte al suicidio. ¿No es así Rubén?

La esquina de Alexis Argüello ofrecía una  llamativa combinación de imágenes. El “Curro” Dossman vibraba como cuerdas de guitarra obedientes a los dedos magistrales de Eduardo Araica; la frialdad de Miguel Ángel Rivas, nuestro Kid Pambelé, ocultando su angustia, lo aproximaba a una noche apacible no necesitada de ninguna luna; un poco atrás, Eduardo Román no podía controlar su gesto de asombro, y sus ojos desmesuradamente abiertos, denunciaban una inquietud incontrolable; y para cerrar el cuadro, a  un lado, el  panameño Harmodio Icaza, con su frialdad, daba la impresión de haber “olfateado” como si fuera un sabueso graduado con honores, la oportunidad dorada que todo noqueador espera fabricar  en algún momento.

Atrás había quedado la destreza boxística hasta cierto punto deslumbrante, de un Rubén Olivares empeñado en hacer trizas los pronósticos, aventajando a Alexis después de doce asaltos. No parecía haber forma de desarticular la telaraña tan bien tejida por la creatividad y habilidad de Olivares, hasta que en el round trece, olvidándose del valor y significado de la cautela, el mexicano como un kamikaze, decidió ir de frente a las pistolas todavía cargadas del retador, y Argüello resurgió providencialmente. En ese momento de excitación suprema, cuando el nica cambia su pasaporte al infierno por uno directo al cielo y en primera clase, Olivares estaba en ruta hacia su más espectacular victoria.

¡Maldita imprudencia! ¡Qué caro me costaste!, dijo Rubén en los vestidores, cuando ya todo estaba consumado.

Después de haber quedado pecho en tierra y soltado el protector bucal, Olivares se levantó de la lona, escuchó imaginariamente la estimulante  música de los mariachis y se lanzó de  frente a los puños humeantes del enemigo. Alegremente, como ha sido su manera de vivir. Y murió.

Frente a la audaz propuesta de un furioso cambio de golpes, el resucitado Argüello, funcionó en forma demoledora, impecable e implacable, y el azteca volvió a derrumbarse. El árbitro Dick Young sabía que todo había terminado.

El rugido de la multitud continúa provocando escalofríos. Ahí en la cima de la montaña, con sus brazos extendidos, Alexis Argüello, el primer nica en conquistar una corona mundial, elevaba una plegaria al Creador. Sujetaba las lágrimas mientras un nudo  bloqueaba su garganta y el corazón gemía aceleradamente, con la  agitación de un pájaro que trata de salir de la jaula.

Un confuso montón de desperdicios. Escombros y fatiga por doquier. Esa impresión me atrapó en el camerino de Olivares, quien antes de subir al ring, había advertido con una confianza absoluta: No me asustan con el petate del muerto. Lo voy a desequilibrar. No sabrá que hacer. Naturalmente, nadie le creyó.

“Todo listo para que Olivares se corone,” “Rubén sin alcanzar su mejor forma, no tiene chance,” “Argüello exuberante, puede abreviar la pelea,” “No se puede defender un título entrenando dentro de una botella,” advirtieron medios aztecas.

Pero Olivares sorprendió a todos desplegando un boxeo pleno de habilidad, como si fuera Manolete o El Cordobés en una tarde de inspiración divina, hasta que ingresó al territorio del atrevimiento sin límites, y murió como partido por un rayo.

Saliendo del fabuloso Forum de Inglewood, me detuve, volví a ver hacía atrás, fijé nuevamente las imágenes, y escuché con claridad el eco: ¡Mátalo Flaco! ¡Mátalo!

Olivares estaba adelante en la puntuación cuando ocurrió el nocaut. El arbitro Dick Young lo tenía adelante 8-3 y el juez Larry Rosadilla 6-4, en tanto, George Latka anotó 5-5 en rounds definidos, luego  de utilizar el sistema californiano de uno a cinco puntos de cada asalto. La gente de la Agencia Associated Press concedía a Olivares ventaja por 7-4. Se anunció que asistieron 14,313 espectadores, los que pagaron 186,210 dólares.

Como en el drama clásico, el telón cayó sobre el escenario dejando en el alma mil encontradas emociones. Han pasado tantos años, pero mi corazón aún está ardiendo. Ver a Argüello entrar y salir constantemente en el mar de las calamidades antes de su vigorosa espectacular reacción del round 13, nos mantuvo al borde del colapso.

Todo había terminado, pero yo seguía ahí, imaginariamente en el centro del ring, a la orilla del Flaco, tratando de ayudarle a golpear a Olivares en aquel electrizante, épico, estrujante y dramático cierre de combate.

El ruido provocado por el choque de cuero y carne, por el crujir de los huesos, por el resoplar de los pulmones, nos mantenía de pie cruzando los dedos, mordiéndonos las uñas. Alexis y Rubén incansables, seguían agitándose y agigantándose, mientras los cambios de golpes repercutían en nuestros tímpanos y estremecían el Forum.

¿Cómo diablos olvidar aquel gancho de izquierda, precioso y preciso, mortífero como un arponazo, fulgurante y cegador?

Una vez que regresó la calma después de la tormenta, nos preguntamos: ¿Qué fue cierto de todas las consideraciones hechas en los cálculos previos? ¿Resultó la pelea esperada?

Como siempre ocurre, antes de una batalla tan intrigante entre dos auténticos gladiadores,  se colocan sobre el tapete mil teorías. Sobre todo, cuando las características de los púgiles, ofrecen tantas variantes. Es el momento en que los antecedentes adquieren una importancia trascendental para entrar en consideraciones. Al final, cuando lo previo se ve distorsionado, es porque la realidad nos ha golpeado en las narices. Por supuesto que es natural preguntarse: ¿Qué fue cierto y qué falso alrededor de los cálculos sobre lo que podría ocurrir entre Alexis y Olivares?

Revisemos el video.

1. Alexis debe establecer lo más pronto posible la media distancia. Será en ese terreno en el cual podrá hacer prevalecer sus ventajas en estatura y alcance.

FALSO. Fue precisamente en la media distancia que Olivares mandó sobre el ring. El mejicano mostró toda su gama de habilidades para arremeter, contragolpear y desbordar, desorientando a Argüello.

2. Los rounds más difíciles para Alexis, serán los primeros cinco, cuando Olivares se esté moviendo con propiedad. Del quinto en adelante, la pelea cambiará con el nica comenzando a imponer el peso de su contundencia.

FALSO. Si yo escribí eso no recuerdo. Del quinto en adelante, el crecimiento fue de Olivares no de Alexis y todos estábamos tan desconcertados como el “Curro” Dossman. Entre el sexto y el décimo asalto, los peligros se fueron multiplicando alrededor de Argüello.

3. En todo instante, la iniciativa será del brioso retador, sin temor a riesgos y decidido a golpear con la mayor frecuencia.

FALSO. Olivares dosificó su esfuerzo mientras especulaba acertadamente y controlaba el ritmo de la pelea.

4. Olivares está acabado, víctima de un sistema de vida cuestionable. El daño hecho por el alcohol y su falta de adecuado adiestramiento será fácilmente perceptible.

FALSO. Olivares se mostró tan bien preparado como cuando destronó a Lionel Rose y recuperó su cinturón frente a Chucho Castillo. ¿Cómo diablos pudo ser considerado acabado, quien fue capaz  de retar y congelar por tanto tiempo la fiera amenaza de un temible adversario? Todos vimos y disfrutamos a un atleta en plenitud. Olivares nos engañó a todos.

5. Pensamos que veríamos a un Alexis afilado y evolucionado, no aturdido como ocurrió frente a Marcel en Panamá. Las señales que nos envió en Masaya cuando destrozaba a Hafey, eran inequívocas, y el trabajo  realizado por Dossman se consideraba decisivo.

FALSO. Ciertamente Alexis había evolucionado, pero no supo soltarse, y por largos momentos, lo vimos dramáticamente amarrado. El rostro del “Curro” en la esquina y la desesperación en sus gestos, lo decía todo. Argüello dejó sus progresos en la esquina durante los rounds del 6 al 12 mientras la posibilidad de coronarse se escapaba de entre sus manos.

6. El punch demoledor de Argüello, será definitivo.

CIERTO.Una vez más se demostró que el pegador, con olfato, tiene el tiempo a su favor. Precisamente cuando Olivares estaba atravesando su etapa de más crecimiento, Argüello aprovechó el momento y desató su furia aplicando golpes de poder destructivo y acabó con Rubén.

7. En las sogas Olivares correrá el peligro de perder la cabeza. ¿Cómo podrá escapar del ímpetu de Argüello?

FALSO. Rubén mostró suficiente habilidad y mucho corazón en las sogas, como para escapar golpeando constantemente. Para Alexis fue decepcionante no poderlo acorralar en tantos intentos.

8. Las agallas de Argüello jugarán un papel trascendental.

CIERTO. Latido por latido, el corazón de Alexis estuvo más acelerado y terminó hinchado. Nunca alguien lo superó en agallas.

9. «Todo acabará hoy para Olivares», titularon en México.

CIERTO. Pero durante 12 asaltos fue «la gran mentira».

10. «Alexis durará poco como campeón», me dijo Toño Hernández, el competente cronista azteca.

FALSO. Frente a Olivares el nica se vio disminuido por la presión. Después mostró toda su grandeza. Una vez más, quedó demostrado que el boxeo no es matemática pura, ni asunto de teoremas como el de Pitágoras. Entre las cuerdas, no siempre el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos.

De eso, estamos claros.

Olivares estaba adelante en la puntuación cuando ocurrió el nocaut. El árbitro Dick Young lo tenía adelante 8-3 y el juez Larry Rosadilla 6-4, en tanto, George Latka anotó 5-5 en rounds definidos, luego  de utilizar el sistema  californiano de uno a cinco puntos de cada asalto.

 La gente de la Agencia Associated Press concedía a Olivares ventaja por 7-4.

Se informó que asistieron 14,313 espectadores, los que pagaron 186,210 dólares.

El tiempo pasa, pero el recuerdo resiste las embestidas del viento y los corazones siguen ardiendo. Ver a Argüello entrar y salir constantemente en el mar de las complicaciones, antes de su vigorosa y espectacular reacción del round 13, nos mantuvo al borde del colapso.

 Todo había terminado, pero yo seguía ahí, imaginariamente en el centro del ring, a la orilla del Flaco, tratando de ayudarle a golpear a Olivares en aquel electrizante, épico, estrujante y dramático cierre de combate.

El ruido provocado por el choque de cuero y carne, por el crujir de los huesos, por el resoplar  de los pulmones, nos mantenía de pie cruzando los dedos, mordiéndonos las uñas, implorando al cielo. Alexis y Rubén incansables, seguían agitándose y agigantándose, mientras los cambios de golpes repercutían en nuestros tímpanos y estremecían  el Forum.

¿Cómo diablos olvidar aquel gancho de izquierda, precioso y preciso, mortífero como un arponazo, fulgurante y cegador?

Años después, Rubén Olivares reconoció sin tratar de maniobrar, que fue una imprudencia haber decidido retar el poder y el sentido del remate de Alexis Argüello en aquel round trece. Más allá de la brillantez alcanzada frente a Lionel Rose y Chucho Castillo, la faena de Rubén ante Alexis fue la mejor de su carrera, magistral, como un poema de Antonio Machado.

«Sí, fue una imprudencia no buscar como amarrar, como escapar, como enfriar, como salir de la línea de fuego, como recuperar control mental y muscular para volver a arremeter en los dos últimos asaltos», me dijo Rubén mientras cenábamos en el «Mesón Español» con Alexis Argüello.

– ¿Creíste que Alexis ya no tenía la suficiente dinamita?

«No fue eso. Como estaba manejando el combate y había asimilado sus mejores golpes, creí que podía noquear. Me sentí atraído hacia el cambio de golpes porque mis puños estaban funcionado con velocidad, poder y puntería, y entre las brasas, podía golpearlo con más solidez»

– ¿Llegaste a tener algún indicio sobre la izquierda que venía zumbando, o sólo sentiste el arponazo?

«Fue un leve descuido. Giré buscando como combinar una derecha arriba con una izquierda abajo, cuando sentí el impacto en el hígado. Fue uno de esos golpes que obligan a cualquiera, por muy curtido y valiente que sea, a gritar «ay mamita», pero no lo hice, sólo me derrumbé…No pude evitarlo.»

– ¿Qué tan aturdido estabas cuando te levantaste?

«Siempre estuve consciente del conteo, pero el dolor permanecía, y decidí esperar un poco.»

– ¿Qué dijo el “Cuyo” sobre tu insistencia suicida de arrimarte al toro, sin capa ni espada?

«El Cuyo gritó, el Chilero también, pero no estaba para escuchar nada, sólo interesado en seguir lo que me dictara el instinto. Y fui a fondo, como todo gallo bravo. Creí estar en condiciones de responder consistentemente, pero Alexis sacó una gran fortaleza de sus reservas, y golpeó destructivamente. Vi que estaba metido en líos, busqué como salir, pero fue imposible. Alexis estaba claro que si no definía en ese momento, estaba perdido.»

– ¿Qué tanta rabia cuando todo terminó?

«Ninguna…Me sentí satisfecho por lo que había mostrado. El periodismo mexicano aseguró que yo estaba acabado, que no sería rival para Alexis. A ellos sí los derroté.»